Caminando
con pasos cortos, sin calzado alguno y sobre hojas que los árboles habían sido
obligados a abandonar por el viento, avanzaba sin rumbo. Tenía muchas ganas de
cerrar los ojos por largas temporadas, sólo para sentir con mayor intensidad
ese dolor que fortalece las plantas de los pies.
Respiraba
hondo y todo estaba oscuro, con un aire bastante fresco que se podía sentir
sobre todo en el cuello. Tenía los brazos extendidos, lo que hacía posible no
perder el equilibrio, tocando esas paredes que servían de guía para continuar
con ese fantástico camino cuyo final era incierto.
Creo que
escuchaba martillazos, creo que me estaba volviendo azul.
No hay comentarios:
Publicar un comentario