Vincent Price



Fue la irrupción de la voz de Vincet Price la que nos llamo la atención, creo que susurraba al oído en ese, el día en que me había decidido a sostener un muro con mi cráneo. Con la frente en alto, pero pegada a la pared, el contacto continuo con el cemento y los ladrillos eran una buena purga en esos momentos oscuros anteriores, esos en los que la falta total de un estilo propio, lo habían hecho todo nublado.

Pero todo eso ya había pasado. Podía escuchar a Vincet Price en mi cabeza, podía verlo reír con sus interesantes bigotes rústicos. Cuando volví a vivir todo eso, estaba sentada en las mesas pegajosas de un bar de moda, estaba pensando en canciones viejas, estaba volviendo a encontrar a Diego.   

Saltando


Fue entonces que nos miramos con media sonrisa en la cara y decidimos, sin decirnos nada, pero adivinándolo todo, salir corriendo a toda velocidad.
            Segundos después, cuando nos alcanzamos en velocidad, fué que vos me agarraste de la mano y entonces saltamos, los dos al mismo tiempo, los dos al mismo lugar, para rebotar una, dos, tres, cuatro y cinco veces. Debo admitir que los colores se me mezclaban y no podía parar de reír, aunque por momentos me quedaba sin aire.
Nos miramos otra vez y de repente decidimos volver, entonces el piso nos recibió para devolvernos a la normalidad luego de un momento de pura diversión. Lo cierto es que al dar mis primeros pasos no pude más que frenarme y levantar la cabeza lentamente para, después de tanto tiempo, descubrir a Diego que, detrás de una columna de cemento, me miraba sorprendido.    

Caminando con pasos cortos, sin calzado alguno y sobre hojas que los árboles habían sido obligados a abandonar por el viento, avanzaba sin rumbo. Tenía muchas ganas de cerrar los ojos por largas temporadas, sólo para sentir con mayor intensidad ese dolor que fortalece las plantas de los pies.
Respiraba hondo y todo estaba oscuro, con un aire bastante fresco que se podía sentir sobre todo en el cuello. Tenía los brazos extendidos, lo que hacía posible no perder el equilibrio, tocando esas paredes que servían de guía para continuar con ese fantástico camino cuyo final era incierto.
Creo que escuchaba martillazos, creo que me estaba volviendo azul.