Legos



Corrías y llorabas, esa lluvia finita no te mojaba y no hacías más que desear que la tormenta se devore lo que quedaba de mundo. A estas alturas todos tus movimientos eran automáticos, nada se pensaba y todo se resolvía al instante. Sólo los textos enfermos en paredes trasparentes te dejaban descargar todo eso que adentro tuyo se revolvía.
Yo lo se, yo te ví, doblando por Paunero a toda velocidad con una mochila gigante. La sóla idea de encontrar lo más rápido posible una librería te desesperaba.
Era hora de comparar Legos, la mayor cantidad posible, era hora de volver a armar, de volver a llenar todo eso que te habías negado.
Esa tarde, caminar por las vías fue la salvación y las palabras rearmar, salir, volver se tornaban indispensables para esto, la imposibilidad de escapar.

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