Seguros del suelo que pisábamos, corríamos en el agua que se había acumulado luego de tres días de lluvia intensa, vos no querías que tu librito de notas se te arruine, siempre en tu bolsillo y listo para cualquier dibujo o nota rara.
Yo no quería que se moje mi nueva Polaroid, una adquisición que, sólo por el hecho de ser retro se había ganado un lugar en mi silla, justo al lado de las cosas que acumulo para llevar de acá para allá todos los días, en un morral gigante que me habían regalado.
Es cierto que para ese tiempo me consideraba una persona de suerte, nuestros ratos eran alegres y nuestras peleas guionadas por el más delirante de los escritores, pero debo confesar que, en el fondo, yo sabía que no todo podía tener gusto a triunfo en estado puro (como éramos los dos en ese tiempo)
Siempre vi nuestro final como una tragedia que iba a suceder, que no podía evitarse y que nunca iba a olvidarse.
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