Sólo podías distinguir a lo lejos, pero lejísimos, la figura de una chica que, sentada sobre un piano negro de cola, rompía con el silencio del lugar con una risa de lo más estridente, la cuál interrumpía por momentos para cantar a los gritos las estrofas:
"Al agua Pato- pato
sin los zapatos- patos"
para volver a interrumpirla con su risa y continuar:
"Al agua pato-pato
sin los zapatos-patos"
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