Me costaba respirar, no sé todavía bien por qué, pero supongo que es algo que tiene que ver con el vértigo y los nervios provocados por estar tan cerca nuestros cuerpos. Estabas congelado y la verdad es que el simple hecho de tocarte me ponía azul.
De repente el plan se hizo claro y simple, con toda la paciencia del mundo desplace mi brazo por sobre el tuyo, ése que llevaba hacia una puerta que también te conducía a preguntarte si era lo mejor abrirla, si era lo más recomendable irse o si era coherente quedarse.
Debo admitir que en ese mismo instante me abstraje, era poco competente para la resolución de tales cuestiones, lo que llevo a la aparición de cantidad insuperable de flores carnívoras aladas que cubrieron de rapidamente todo el cielo.
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