Adios (Parte uno).-

Sentada en un cajón de manzanas que le había regalado Don Augusto, el verdulero de la esquina, Elsa pensaba que a estas alturas era inútil pensar en cual seria la palabra secreta de Mario para ese el día, pues él ya no vendría.
Fue cuando se dispuso a pensar en una tortura peor a esa triste realidad ¿Acaso lo sería doblar una esquina y que la vereda este cubierta de Voligoma pegando, primero sus zapatos, luego sus medias y luego sus pies? No, no lo creía, pero tal situación si sería totalmente dramática.

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