Fue por los momentos en que no parábamos de patear cuanto cuadro tirado por el suelo encontrábamos, que se te ocurrió hacer un gran inventario sobre los distintos tipos de ruidos que se te cruzaban por las orejas durante el día o noche.
Concentrado, te veía horas y horas sentado (primero en el patio y después en cualquier rincón de la casa) tratando de captar esos sonidos para poder representarlos con las letras del abecedario lo más correcto posible. El ruido de mi risa al descubrirte sé que te interfería, pero al descubrir que no era consecuencia necesaria de ningún tipo de intención por mi parte, dejabas tu concentración de lado (junto con tu pequeño libro de notas) y, otra vez, me explicabas la importancia de tu misión.
Si, es cierto, para esos tiempos ya lo teníamos bien claro, cursábamos épocas siniestras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario