Lástima


Fue uno de los días en que yo estaba desde la mañana hasta la tarde- noche esperando por Diego que entró a esa habitación que tenía piso de madera y un piano sin hacer ruido.
Puso su mano sobre mi hombro provocándome un peso terrible lo que lo inclinó como un barco hundiéndose en el mar de en frente de la Antártida, a mi me costaba respirar, Diego parecía no querer reírse en esta oportunidad de mi dolor, estoy segura que sentía lástima por mi.
Nos quedamos así un rato, creo que por primera vez en el tiempo que llevamos de conocernos, supo exactamente que esta vez la tristeza iba ganado 3 a 0 el partido, faltando 3 minutos y 42 segundos para que termine el segundo tiempo. De repente me pasó su mano por la espalda, apoyó su cabeza en mi hombro y me susurró al oído que las consecuencias de las venganzas duelen sólo una vez. Que no debía preocuparme. Que esto también iba a pasar. Con pocas ganas de creerle asentí. Diego siempre tiene la razón.

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